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Un safari aéreo a bordo de un Globo de colores, Kenia

por Christian Byfield en May 27, 2020

Un safari aéreo a bordo de un Globo de colores, Kenia
"Wake up call, your coffee is ready", oigo esa frase lejos, muy lejos. No sé si estoy soñando o es la realidad. Abro los ojos, sigue muy oscuro, mi cabeza me recuerda que estoy en la mitad del Maasai Mara, Kenya y un globo de colores espera por nosotros para ver el amanecer volando, gracias a una cantidad casi infinita de aire caliente. Ahí ya todo cambia de sentido, muy raramente tengo que usar despertadores, para ir a aeropuertos y ver amaneceres principalmente, en mi vida pasada, el despertador (con el sonido del mar) sonaba a diario para ir a mi oficina. Miro mi reloj, son las 4:45 AM, los grillos siguen cantando, ni siquiera los pajaritos están despiertos. Pienso en bañarme pero a esas horas es mejor no bañarse, sueño mata ducha. Pongo la alarma, duermo 15 minutos. Hora de pararme de la cama, a las 5:30 AM tengo que estar en la camioneta que me llevará al safari! Mi novio (de ese entonces) se levanta, nos alistamos, le digo para dar ánimos "es hora de montar el globo".

La cremallera de la carpa suena, ese sonido me trae felicidad, siempre implica un buen plan. Salgo, se respira otro aire, uno frío de amanecer, esa fue una de las sorpresas de mi primer viaje a este continente, que uno tuviera que usar saco, medias y pantalón largo para los amaneceres en los parques. Por ese motivo estoy bien vestido. La luna llena alumbra, todavía no se ha ido, cada vez disfruto más las lunas llenas, algo muy poderoso tiene que tener, muy. 

Un guardia Maasai nos acompaña hasta el parqueadero, no hay necesidad de linterna ya que usamos la luz lunar. Me monto en la camioneta de safari, con el timón al lado derecho, después de tomarme mi café matutino (con dos cucharadas de azúcar...) Llegan dos huéspedes más de Alemania, madre de 79 años e hija de 59. Nunca supe sus nombres así que las llamaré de esta manera. Nos damos los buenos días, hoy es el cumpleaños de madre. Todos los años, hija le prepara una sorpresa especial para su madre, la de este año fue una amanecer a bordo de un globo en las sabanas africanas con animales salvajes debajo. Hija dice en secreto que el próximo año será una saltada en bungy en Sur África. Tienen ganas de charlar así que yo charlo, no tengo problema con eso. Madre se nota inquieta, dice que está nerviosa por la altura, tiene algo de miedo. Le damos entusiasmo que todo será increíble. Hija me pregunta si es mi primera vez a bordo de un globo, le cuento que no. Me pregunta que sitios he montado a lo que respondo "Myanmar, Turquía y Egipto", me dice "se nota que te gusta viajar", sonrío, le digo "amo viajar con mi corazón".

Minutos después de recorrido se ve una canasta de 12 pasajeros en el piso con un globo gigante desinflado, con la misma forma de una bomba de inflar, siete personas se encargan de alistarlo. Nos bajamos, caminamos hacia el globo. El cielo se empieza a poner morado, las nubes algo rojas, el sol se prepara lentamente para salir, los pajaritos se empiezan a despertar. Una acacia solitaria resalta en la mitad de la sabana del Masaai Mara. Mi corazón palpita de la felicidad. Llegan dos camionetas más, somos 11 pasajeros los que volaremos y el piloto. El capitán nos dice que la noche anterior se terminó de leer el manual de cómo volar un globo. Chistes africanos que me hacen sonreír.

La canasta tiene 5 compartimientos, cuatro en cada esquina y uno central donde va el piloto y tres pimpinas grandes de gas, en otras palabras, la cabina de mando. El Capitán se presenta, nos cuenta un poco del procedimiento y del vuelo en globo. Dice que iremos a donde el viento nos quiera llevar. Nosotros controlamos altura, el viento: nuestro destino, pienso en el libro "Lo que el viento se llevó". El vuelo durará entre una y una hora a 30 minutos, dependiendo de las condiciones climáticas y la dirección del viento. Nos señala a lo lejos y dice "esas montañas son en Tanzania, y claramente no podemos volar en globo a otro país", manda una carcajada, "si el viento nos lleva para allá, el vuelo será más corto". Lo curioso de las fronteras entre países, entre personas. Para el aterrizaje, nos sentamos en unas pequeñas sillas que tiene cada compartimiento y nos agarramos de unas cuerdas en caso que la canasta se voltee.

 Dos ventiladores de gran potencia se prenden, uno a cada lado de la canasta, lentamente se ve como ese aire va inflando el globo gigante que nos llevará de safari (significa viaje en Swahili). El globo se infla, todos los pasajeros miramos, tomamos fotos, sonreímos. Cuando el globo ya está lleno es necesario que se levante, que vuele. Ahí es donde entra nuestro amigo el fuego y las clases de física que hemos visto. Desde el mando de control el capitán prende la llama, ese sonido es algo que uno siempre recordará de una montada en globo. El aire se va calentando, eso hace que lentamente el globo se empiece a elevar. Cuando ya está totalmente elevado, paran la canasta y nos llaman a abordar. Cada compartimento de la canasta tiene dos huecos donde uno pone cada pie y "escala" hasta estar adentro. 

Todos a bordo, El Capitán con sus guantes de cuero hace que el fuego se prenda con potencia. Siento el calor venir desde arriba, el fuego suena. La canasta se empieza a elevar poco a poco, los siete ayudantes se encargan que no nos volteemos, una vez el aire está lo suficiente caliente empezamos a volar. Lentamente nos elevamos, el viento muy suave nos empuja a donde él quiera. El sol todavía no ha salido, no hay ruido alguno, solo los pájaros cantan, el fuego cuando lo prenden, de resto, paz absoluta. Creo que es mi forma favorita de volar, genera toda La Paz del mundo, es muy tranquilizante. Le pregunto a madre como se siente, sonríe, me dice que muy bien, que tranquila. Tengo a mi novio al lado, le digo "Ñamps, estamos volando en el Masai Mara si señores!!!"

El viento nos lleva, se ve la sabana entera desde el aire, los árboles solitarios, pequeños ríos y varios animales empiezan aparecer en nuestro campo visual. Los impalas comiendo, los jabalíes (pumba) corren con su cola bien parada, las cebras nos miran, se agrupan, caminan juntas lejos del globo. Ver los animales desde el aire es otro cuento. Otra perspectiva. El sol empieza a alumbrar la punta de nuestro globo, rápidamente va bajando, veo los primeros rayos de sol en mi cara, le agradezco al sol por este día. Él sigue saliendo y sus rayos iluminando, la sabana africana se empieza a llenar de luz, los animales empiezan a tener luz directa y anaranjada del sol. Es muy emocionante ver todo eso. Además está luz es muy linda para ver y tomar fotos, todo tiene una magia superior.

Otros dos globos despegan, los vemos desde la distancia, son bien fotogénicos estos globos, cuando el fuego de cada se prende su interior se ilumina, se ve mucho más lindo, vuela más alto (parecido cuando un humano se "despierta" y deja fluir esa llama interna). Nueve años atrás; en mi primer safari en este parque donde dormía en el piso de una carpa con mi amigo Michin Child, veía estos globos volar, pensando que algún día, estaría adentro de esa canasta café haciendo ese vuelo cuando fuera "grande" y "exitoso", con otra perspectiva de lo que éxito era (lo lindo de la cabeza humana es que sus conceptos pueden cambiar), y mucho antes de lo que me imaginaba, estaba persiguiendo cebras con total paz. Sonrío. 

El piloto nos señala dos águilas, acaban de aterrizar en un árbol alto, las miramos, si estoy mirando a un pájaro volar desde arriba es porque algo increíble está pasando, muchos estímulos positivos para la cabeza de uno, para la vida. Las águilas nos miran, el viento con su suavidad nos acerca a ellas, se asustan y siguen su vuelo.

Nuestro piloto vuelve a señalar, miro a donde apunta su dedo, una mancha más amarilla que la sabana, una con melena y colmillos. Tenemos un león (Simba en swahili) reposando en la cima de una montaña, se ve tranquilo, unos 100 metros adelante más de 15 jirafas pendientes del León, todas mirando con atención. Un safari de este tipo es otro cuento, es como ver el parque en versión maqueta, donde uno puede tener una visión más completa (de horizonte a horizonte), de lo que está pasando. Descendemos un poco, nos acercamos al piso, después el fuego suena, calienta el aire y volvemos a subir, si un pájaro se llega a meter al interior del globo se cocinaría inmediatamente (por lo caliente que está en su interior).

Nuestro vuelo sigue, es hora de poner una canción con la que asoció los safaris y este continente "The Circle of Life" del Rey León, la canción empieza a sonar, los demás pasajeros se emocionan, sonríen, dicen que mejor momento imposible para poner la canción. Un italiano, poco social de unos 64 años, mira con una cara de leve amargura, opto por ponerme mis audífonos y oír la canción con buen volumen. 

La música me alegra la vida, cuando estoy triste o bajo de ánimo está es una muy buena cura, igual que cantar eso cura todo, esa vibración interna de uno solo trae cosas buenas. Me emociono más de lo que estoy. Los demás pasajeros sonríen, poca gente habla, uno habla consigo mismo, es una meditación interna muy profunda, mientras pongo mi cabeza en la canasta viendo el piso mover con doce cebras mirándonos. Analizo lo que estoy viviendo, lo que estoy haciendo en este momento, los últimos tres años de mi vida lo que han sido, me entra un ataque de risa interno raro, de felicidad, empiezo a llorar. El Ñamps  se da cuenta, me toca la espalda, me sonríe. Yo no sería el único llorando durante el vuelo. 

El vuelo sigue un buen tiempo, pura paz, silencio de sabana africana. En un momento El Capitán le avisa el posible punto de aterrizaje a sus ayudantes de tierra, vemos tres carros de safari persiguiéndonos. En la lejanía se ve un cardumen de unos 300 búfalos, por lo visto el viento nos llevaría hacia ellos. Ese gran suceso hace que nuestro vuelo se alargue un poco para poder sobrevolar la manada. Nunca en mi vida he visto una manada de búfalos desde los cielos. La sombra del globo se empieza a acercar a la manada, el globo la sigue. Al descender nos acercamos a la sombra, a los búfalos, estos nos miran, nosotros los miramos, empiezan a caminar rápido, después a correr. Todos los pasajeros pendientes de los búfalos. Una vez los pasamos y estábamos a una distancia prudente de ellos (son muy agresivos y pueden matarlo a uno sin problema), estábamos listos para aterrizar, agradecerle al viento por su empujón. 

En el compartimento del lado una canadiense empieza a llorar, está toda roja, sus amigos todos sonrientes. Otras lágrimas de felicidad, su novio le acaba de proponer matrimonio en los aires de Kenia, ella acepta y se dan un beso en el globo. Así o más emocionante. Muy bien pensando ese sitio para proponer. Los demás pasajeros sonríen, solo buena vibra en esa canasta. Nos sentamos, nos agarramos de las cuerdas, miro para arriba, veo al piloto muy concentrado haciendo sus malabares para aterrizar fácilmente. Dice "get ready for the first attempt", hay emoción en la aterrizada. Lentamente bajamos y la canasta toca el piso, el viento sigue empujando así que rebotamos en el piso, el piloto se ríe, otra rebotada a la tercera el piloto dice "preparados para voltearse". Madre, que estaba sentada al lado mío, me mira nerviosa, le sonrió. A la cuarta rebotada efectivamente la canasta se volteó de una manera controlada. Todos quedamos acostados sobre un lado de la canasta mirando al cielo, con el piso abajo. Nunca me había tocado una aterrizada así en un globo, todos nos reímos. Todo bajo control. La salida algo complicada, Ñamps  ayuda a madre a salir del canasta. En el momento de la aterrizada ya todos los ayudantes de tierra estaban esperando por nosotros y tres camionetas de safaris. Nos montamos en ellas rumbo a nuestro restaurante para desayunar. Minutos más tarde estábamos llegando.

Una mesa con mantel blanco y rojo en la mitad de la sabana, chef con su gorro blanco grande con una cocineta y comida deliciosa esperaba por nosotros. Al bajarnos del carro nos esperaban con una copa de champaña para cada uno. Es algo típico de la montada en globo. Tomarse una buena champaña y celebrar por la experiencia. En este caso teníamos motivos adicionales, el cumpleaños de madre y la pedida de mano de los canadienses. Muy buena vibra comunal, pasan cebras a la distancia, las copas suenan, brindamos. Todo el mundo cuenta de la experiencia que acabamos de vivir. Sitios lindos para desayunar y este, un restaurante al aire libre.

Respiro profundo, miro al horizonte, me tomo mi último cuncho de champaña, le agradezco a la vida por este vuelo, por todo esto que está pasando. Sonrío, siento el viento pasar, viento que me trajo hasta acá en un globo lleno de colores.

Los quiero,

CHB 

@byfieldtravel

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